El principal tipo de bullying es el sexual (18,4%), luego el físico (8,6%) y, por último, el psicológico (6,8%), siendo la apariencia física la principal causa (32,3%), seguida por la nacionalidad, raza o color de piel (7,8%), y luego la religión (4,8%).
Es importante reconocer que los niños y niñas tienden a repetir patrones de crianza violentos y/o autoritarios. De acuerdo con lo que señala la psicóloga de Grupo Cetep, María Jesus Lagos, “si en la casa se normalizan los malos tratos, ya sean golpes, burlas, insultos o críticas, el niño verá que esta es la manera adecuada y permitida de relacionarse con otros y de conseguir las cosas, por lo tanto repetirá esa conducta. Por otra parte está la dificultad para identificar y manejar las emociones, o la manera de buscar aceptación en los otros. Y es que, lastimosamente, hemos normalizado y valorizado la violencia dentro de la cultura”.
Sufrimiento a solas
Es importante señalar que, de acuerdo con el informe realizado por la Organización Mundial de la Salud junto a las Naciones Unidas, alrededor de 200.000 jóvenes entre los 14 y 28 años se han quitado la vida como consecuencia del acoso escolar.
“Una persona que sufre bullying en la infancia sufre mucho, y es el principal motivo de consulta en terapia. Tiende a sentirse rechazado e incomprendido. La inseguridad provoca exceso de estrés y ansiedad, que se puede convertir en algo crónico, desarrollando patologías. Se daña profundamente la autoestima, tiene desconfianza en sí mismo y en los demás. Incluso puede atentar contra su integridad con conductas autolesivas o con el término de su vida” afirma la psicóloga.
¿Cómo prevenir?
Para prever estas conductas es fundamental el ejemplo de los adultos hacia los niños y niñas. Mostrar una compostura cuando se enfrentan a situaciones de frustración, ante personas diferentes o, incluso, cuando se piensa distinto que los demás. La forma en la que nos relacionamos en familia nos ayuda a prevenir este tipo de situaciones.
“Es importante aprender a conversar con nuestros hijos, dejar espacio de expresión libre de juicios, críticas o burlas, siempre en un ambiente de respeto y contención, donde puedan identificar sus emociones y ver qué es lo que lo está ocasionando. Tener una comunicación con el entorno escolar, directivas y apoderados, y por último, y no menos importante, es fundamental el cuidado del uso de las tecnologías, es decir, la exposición a videos y juegos violentos, y el monitoreo de las redes sociales”, explica.
Si observamos que un niño o niña está siendo víctima de estos actos debemos intervenir, sin quitarle importancia a los hechos. Debemos informar al establecimiento educacional, pues ellos tienen el deber de intervenir y activar los protocolos antibullying. Posteriormente, se debe conversar y entregarle todo el apoyo y la ayuda, y luego asistir al psicólogo para evaluar los posibles daños y repararlos si es necesario.