Para muchos niños y niñas que partieron primero básico, uno de los grandes desafíos de esta etapa escolar es aprender a leer, lo que puede generar grandes expectativas no solo en ellos sino también en los padres y madres que, en muchos casos, se angustian al observar que hay poco progreso o dificultades para que su hijo o hija concrete este aprendizaje.
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¿Hay una edad específica en que ya un niño debe saber leer? Mónica Lepín, educadora de párvulos y editora de
Caligrafix, explica que “para aprender a leer se requiere de cierta madurez en el desarrollo cognitivo y cerebral de los niños. Hay quienes aprenden a leer a los 3 años de edad y que lo hacen de manera muy natural, al igual que niños y niñas que se encuentran en la etapa preescolar (prekinder y kinder). Esto sucede por la curiosidad de ellos y sus propias habilidades, pero no es lo esperado para su etapa de desarrollo”.
En general, la edad esperada para este gran momento cognitivo es entre los 6 y 7 años, cuando los estudiantes están cursando el primer año básico. Pero debemos recordar que cada niño y niña tiene sus propios ritmos de aprendizaje, algunos pueden aprender al inicio, durante o finalizando este curso.
Si el niño no logra aprender a leer en este periodo es un signo de atención para padres y profesores, ya que podríamos estar frente alguna dificultad de aprendizaje. Sin embargo, factores externos como falta de asistencia al colegio por la pandemia sin duda tienen como consecuencia un rezago lector.
¿Cuándo preocuparse?
Hay señales previas que podrían ser clave para alertarnos de que el niño(a) podría tener alguna dificultad, como un trastorno del lenguaje, déficit atencional e hiperactividad. Puede suceder que el estudiante tenga una dificultad en su aprendizaje que no se haya detectado y al momento de iniciar su proceso lector será evidente esta dificultad y presentará problemas:
- En la conciencia fonológica
- En relacionar los fonemas con sus respectivos grafemas
- No identificar el sonido inicial de las palabras
- No reconocer y formar sílabas, y por lo tanto palabras.
Es fundamental la comunicación con el profesor, ya que ellos podrán visualizar en el aula cualquier dificultad que tenga el estudiante. Ante esto, los padres o cuidadores deben seguir las sugerencias metodológicas entregadas por el docente y, de ser necesario, solicitar ayuda con un psicopedagogo, ya sea dentro de la misma escuela o fuera de ella, quien también podrá derivar a otro especialista en caso de ser necesario.
Ahora, respecto a cuáles podrían ser los orígenes de la dificultad de aprender a leer, la experta de Caligrafix recalca que “puede ser muy variable o bien multicausal. Por ejemplo, y lo más simple, son los casos en los que algunos de los precursores del aprendizaje de la lectura no han sido bien abordados, como es la conciencia fonológica o el discurso narrativo. Pero también nos encontramos con dificultades de aprendizaje, cognitivas, sensoriales e incluso emocionales”.
¿Cómo apoyar el aprendizaje?
- Hay que respetar el ritmo de aprendizaje de cada niño, sin presionar, y por lo tanto, evitar la ansiedad del adulto, ya que es muy fácil de transmitirla a los más pequeños cuando un adulto quiere enseñar algo, y más aún cuando es un proceso cognitivo tan complejo como la lectura.
- Abordar este proceso como algo natural, no obligatorio ni como un deber. Practicar de manera lúdica es clave para que los hijo/as lo disfruten y no lo vean como algo negativo, ya que el juego es innato en los niños.
- Recordar que el trabajo es colaborativo, no solo es responsabilidad del profesor, es de toda la comunidad educativa y esto incluye a la familia.
- Una vez que el pequeño comienza su proceso de lectoescritura podemos pedirle que en un cuento o revista, o lo que tenga a disposición, juegue a reconocer, en primera instancia, las vocales. Luego preguntar qué cosas comienzan con tal letra.
- Más avanzado este proceso podemos jugar con tizas o témperas en el patio o en una pared, en pliegos de papel, pedirles que escriban sílabas, palabras cercanas como su nombre, mamá, papá y luego que vaya juntando vocales con consonantes para formar nuevas palabras, sencillas en un inicio. Por ejemplo: sapo, lima, mesa, mimo. De a poco se puede aumentar la dificultad hasta llegar a palabras y oraciones sencillas. Por ejemplo: Mi mamá me ama.
- Una vez que el niño o niña comienza a leer podemos pedirle que nos lea cosas, como etiquetas de envases, títulos de revistas o libros; si vamos al supermercado invitarlo a leer los productos que vamos seleccionando; si leemos un cuento, que él lea una página y el adulto otra.
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