Carolina Pérez y el dilema de las pantallas: «Vi niños en el jardín sin hablar una palabra»
El año 2016, la educadora de párvulos Carolina Pérez Stephens transitaba por los pasillos de la Universidad de Harvard como parte de un nuevo desafío que se había impuesto: sacar un máster en educación.
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Fue precisamente en Harvard donde escuchó hablar por primera vez de las posibles consecuencias de las nuevas tecnologías en los cerebros en desarrollo. ¿Qué significaba esto? Poco se sabía entonces de lo que hoy se conoce como adicción a las pantallas, un tema en el que Carolina se transformó en referente a su regreso a Chile. Yo vi que llegaban niños de 2 años al jardín infantil sin hablar una sola palabra, siendo que la evidencia dice que un niño a esa edad ya debería manejar un promedio de 300 palabras bien dichas. Lo otro era la impulsividad y la agresividad frente a hechos muy pequeños. También encontraba raro que los niños, habiendo dormido las 12 horas que necesitan, llegaban muy cansados y con sueño al jardín. Todo eso se me aclaró luego de estudiar el tema. La principal es la psiquiatra Victoria Dunckley. Su libro «Reinicia el cerebro de tu hijo» es clave para entender la biología que está detrás de este fenómeno. Lo que me cuentan los papás y mamás es que ven que todos los otros padres lo hacen igual y además la industria tecnológica vende esto como «pantallas educativas», que no puedes dejar a tu hijo fuera, que si no le entregas estos aparatos se quedarán atrás en relación con sus compañeros. La tecnología es maravillosa. La pregunta que hay que hacerse es qué tecnología, con qué fin y para qué edad. Si un adolescente de 15 años tiene la capacidad para programar un robot ¡bienvenido! Pero si le entregamos una tablet a un niño de 6 años para que se quede quieto en el auto, eso es otro tema. La Sociedad Americana de Pediatría recomienda cero pantallas desde el nacimiento y hasta los 2 años. Entre los 3 y los 5 años, un máximo de 30 minutos mediado por un adulto. En Chile, la TV y las pantallas son las «niñeras» para que los padres puedan hacer sus cosas. Estas recomendaciones se saben, pero no se practican mucho. No hay que confundir celular con smartphone. Un niño de 10 años que se va caminando a su casa perfectamente puede tener un celular básico para llamar a sus padres. Un cerebro inmaduro de 10 años no puede manejar el oráculo que significa tener acceso ilimitado a internet. Varios psiquiatras norteamericanos dicen que un cerebro de 17 años estaría más o menos preparado para lidiar y no colapsar con el acceso ilimitado a internet vía un smartphone. De todas maneras. Varios países desarrollados lo han hecho y han tenido excelentes resultados. Al colegio se va a aprender, a jugar, a leer y a conversar mirándose a los ojos. No se va a estar en los recreos sentado mirando hacia abajo, jugando videojuegos o disfrutando de las redes sociales. La organización No chat movilizó todo un movimiento y hoy ya es ley: no se puede manejar y chatear. Los expertos creen que en unos 10 o 15 años habrá más regulaciones. Pero el problema es que nuestros hijos están sufriendo hoy las consecuencias y no en 10 años más. Nosotros los adultos tenemos ya madura la corteza prefrontal del cerebro, que es la encargada de la autorregulación. Yo como adulto puedo decir: «Llegando a la casa apago el celular y me conecto con mi familia». Los niños no pueden. La principal dificultad es que todos los adultos estamos agotados, estresados y traumados con esta pandemia. La salud mental está muy afectada, en mayor o menor medida dependiendo de cada persona. Pero la moneda de cambio no son nuestros hijos. No porque esté abrumado tengo que dejar a mi hijo todo el día pegado a los videojuegos. Si yo sé lo que le pasará a mi hijo en el futuro, buscaré alternativas a su aburrimiento. Hace cuatro años la recepción era muy buena de parte de muy pocos padres. Hoy hago charlas a colegios de Chile y otros países de Latinoamérica, me invitan a la radio y a la televisión, y también estoy escribiendo un libro para padres. Así que sí, la recepción ha mejorado bastante en estos cuatro años. Para la educadora Carolina Pérez Stephens el juego es imperativo para el desarrollo cognitivo de los niños. Por lo que la única actividad que debieran tener es jugar, correr, saltar, leer y volver a jugar, sobre todo en la etapa preescolar. La pandemia significó un alto en muchas de estas actividades producto de las cuarentenas. Pero hoy, la principal recomendación de Carolina es que los padres retomen las actividades junto a sus hijos. «Hay que salir a caminar, a una plaza, a subir un cerro y otras alternativas de ese tipo. Solo hay que sentarse un rato a pensar y tener las ganas de estar realmente con los niños», señala. [irp posts=»6989″ name=»Niños: ¡Viva el movimiento!»]
Igual de apasionada por enseñar que su madre —fundadora del jardín infantil Helsby y Goldfish Preschool—, Carolina decidió entregarse por entero a los más pequeños rescatando los últimos conocimientos de neurociencia y educación.
¿Qué señales viste en tu experiencia con niños preescolares y que te motivaron a sacar la voz?
¿Quién o quiénes han sido tus mentores de aprendizaje sobre adicción a pantallas?
Desde tu perspectiva de educadora, ¿por qué razón los papás dejaron a sus hijos interactuar sin límites con pantallas?
¿Tu postura es contra el uso o el abuso de pantallas?
¿Y cuál es la recomendación de los expertos?
¿Cuál sería una sugerencia de uso responsable de celular en escolares?
¿Crees entonces que habría que prohibir los smartphones en colegios?
¿Crees necesarias otras regulaciones específicas (legales)?
Aunque existe más conocimiento sobre las pantallas, incluso sobre perjuicios en adolescentes y adultos adictos al celular, ¿cómo podemos resetearnos como usuarios pensando que muchas actividades están ligadas al dispositivo virtual?
¿Cuáles son las dificultades que surgen para que padres y tutores tomen conciencia y eviten el abuso de pantallas en sus hijos?
¿Crees que la recepción de tu mensaje entre los apoderados ha sido buena?
¿Qué debemos hacer con nuestros hijos?