¿Es posible que nuestras creencias individuales y colectivas construyan la realidad que vivimos? ¿O el mundo, la vida y el destino son así y de ellos surgen nuestras creencias? ¿Estamos determinados por nuestra realidad, nuestras circunstancias vitales y nuestra genética? Este es el tema que el prestigioso doctor en biología celular, Bruce H. Lipton, trata en su libro “La Biología de las Creencias”.

El Dr. Lipton lleva toda una vida dedicado a la investigación de la célula y los procesos celulares. Como todo biólogo celular, gran parte de este tiempo lo dedicó a comprender cuál es la función y la relevancia de cada una de las partes que componen la célula. En su libro nos explica que el núcleo celular, donde está el ADN, siempre ha sido considerado como el cerebro de la célula. Por tanto, de este núcleo y del ADN depende su funcionamiento. Es decir, la célula actúa a instancias de lo que el núcleo y el ADN determinan.

Pero cuál fue su sorpresa cuando se percató de que el núcleo de una célula se puede extirpar en laboratorio y la célula continúa su proceso vital y continúa cumpliendo su función en el organismo. ¿Se imaginan un ser humano al que le extirpen el cerebro y que continúa con su vida como si tal cosa? Al extirpar el núcleo de la célula, la consecuencia es que no puede reproducirse por falta de ADN. ¿Entonces de qué depende la función que cumple la célula? Responder a esta pregunta a raíz de sus investigaciones fue lo que cambió radicalmente su visión de la biología. La célula responde y actúa de acuerdo a lo que sucede en el entorno celular, es decir, responde y se nutre de lo que está sucediendo alrededor de ella.

El contexto

Ante este descubrimiento, el Dr. Lipton llega a una conclusión muy interesante: la influencia del ADN en el ser humano es mucho menor de lo que se cree y la clave está en el contexto celular y en cómo cada célula o grupo de células que conforman los órganos lo interpreta. Y este contexto celular depende en gran medida de cómo cada ser humano interpreta los estímulos que vive, es decir, cómo interpreta y somatiza las situaciones diarias como el temor, el amor, la alegría o la tristeza.

Si tomamos el postulado de Darwin, de su teoría surge la justificación de que todo vale en la lucha por la supervivencia de la especie. Sin embargo, y un poco anterior a Darwin, Jean Baptiste Lamarck también habló de la evolución de las especies. Pero en vez de hablar de que el más fuerte sobrevive, Lamarck postuló que la evolución se basa en una interacción cooperativa e instructiva entre los organismos y el entorno. Es decir, sería el paralelo de la interpretación que el Dr. Lipton realiza de la célula y su comportamiento.

¿Por qué entonces nos quedamos con la teoría de Darwin? ¿Por qué la ciencia y las disciplinas científicas no se replantean algunos de los paradigmas actuales que cuestiona la investigación del Dr. Lipton?

Descubrir talentos

Pensemos en uno de los grandes conflictos hoy en día: ¿cómo descubrir el talento que tiene un ser humano? ¿Cómo determinar quién sirve o quién no? ¿Realmente será significativo si la influencia de la genética no es tan determinante? Tal vez es una excusa y en el fondo la pregunta que nos estamos haciendo es ¿qué me va a significar menos esfuerzo para ser exitoso?

Cuando nos planteamos dónde puede rendir mejor un ser humano y acudimos a los test de inteligencia, la evaluación de competencias, etc., en la mayoría de los casos estamos determinando a ese ser humano y el resultado suele ser lapidario: “sirves o no sirves”. Nunca nos planteamos, por ejemplo, “si es lo que quieres está bien, pero tendrás que esforzarte y trabajar mucho más, pues tus características no son los más idóneas para lo que has elegido”.

Al revisar las historias de grandes artistas, deportistas o científicos siempre nos maravillamos cuando una persona rompe con este mito:

  • Albert Einstein fue catalogado como mal alumno en el colegio y, sin embargo, fue considerado genio de adulto.
  • Nate Robinson, jugador de la NBA de básquetbol de USA y campeón del concurso de clavadas durante 3 años, dos de ellos consecutivos. Este jugador mide solo 1,75 m y en la última ocasión que ganó competía con Dwight Howard, que mide 2,12 m.
  • Walt Disney que fue despedido de un diario por falta de imaginación.

En todos los casos, y en muchos más que podríamos traer a estas páginas, se repite un mismo patrón. El mensaje que estas personas recibían era “tú no sirves, tú no estás dotado para esto”, pero ¿qué creían ellos? Ellos creían lo contrario y se esforzaron y trabajaron para lograrlo. Entonces, ¿no será que todos podemos ser lo que queremos ser si de verdad lo creemos y trabajamos por ello?

Poner etiquetas

Sigamos analizando algunas creencias actuales. ¿Qué sucede con el efecto placebo y nocebo? ¿Qué sucede con muchos de los diagnósticos psicológicos y psiquiátricos actuales? En mi trabajo tanto en consulta como en colegios a lo largo del país me he encontrado con multitud de diagnósticos de trastornos de déficit atencional, trastornos emocionales, conductuales y de aprendizaje en los que el niño o niña que lo padece es estigmatizado por una etiqueta que es fruto de las creencias de los adultos que la forman, partiendo por sus padres, profesores y especialistas que los han tratado.

Mi cuestionamiento en todos esos casos fue el mismo. ¿Será un problema neurológico o fisiológico? ¿O será un problema de los adultos que han olvidado cuál es su rol, guiando y estableciendo los límites que contengan y rijan a estos niños y niñas? Aparentemente, los adultos creen que se debe a un problema neurológico o fisiológico, sin embargo, después de un trabajo de análisis de la realidad y de trabajo, esfuerzo y disciplina, los mismos niños y niñas comprenden lo que tienen que hacer y los síntomas por los que fueron diagnosticados desaparecen. Es decir, los adultos creyeron que tal o cual niño o niña no servía/no podía y de este modo determinaron su realidad: efecto nocebo.

Lo contrario sucede con el efecto placebo. Cuántas historias conocemos de pacientes que se han “curado” tomando pastillas de azúcar, porque creían que esas pastillas entregadas por un doctor eran “reales”. El Dr. Lipton cuenta en su libro la historia de un experimento llevado a cabo por un cirujano de rodilla. Operó a tres grupos de personas de lesiones en las rodillas. El tercero de estos grupos recibió la anestesia y las incisiones en la rodilla, como si hubiera sido operado, pero en realidad no realizó ninguna intervención. Los tres grupos recibieron las sesiones de kinesiología propias del posoperatorio de igual forma. El porcentaje de éxito y de recuperaciones fue el mismo en los tres grupos. Es decir, los que no fueron operados, pero creían que habían sido operados, también superaron la lesión: efecto placebo.

Detente a pensar

  • Detengámonos a pensar cuantas creencias y pensamientos negativos tenemos diariamente en relación a nosotros, nuestros hijos y nuestro entorno.
  • ¿Será que somos consecuencia del mundo, la época o la vida que nos ha tocado vivir?
  • Tanto odio, violencia, agresividad, apatía y desinterés que vemos y vivimos a diario. ¿Somos sus víctimas?
  • Tanto dolor, destrucción y enfermedad. ¿De quién dependen?
  • Tus creencias dibujan tu realidad, ya sea que pintes con ellas un paraíso o un infierno.

 

Por: Sylvia Langford. Sicóloga especialista en desarrollo de la voluntad.