Cuando estalla el enojo en los niños los padres nos vemos envueltos en un tornado de emociones. Es el momento de actuar desde la calma, el respeto, la paciencia y el cariño. Si lo hacemos de forma impulsiva solo se consigue un cúmulo de gritos y ninguna solución. Debes tener en cuenta que cuando un niño llora lo está pasando muy mal; está sufriendo y te está pidiendo ayuda, te necesita.
Leer artículo completo
Con el castigo o los
gritos no existe aprendizaje. El niño actúa por miedo a las represalias, no porque entienda que lo que hace no es seguro para él. Lo que sí hace es erosionar la relación con el adulto, creando luchas de poder, rebeldías o, por el contrario, sumisión, odio y venganza.
Durante el castigo el niño está pensando en cómo vengarse del adulto o cómo crear la trampa para saltarse ese castigo. Si la estrategia no funciona, se endurece el castigo al niño pensando que es el culpable de todo, y la verdad es que la culpa es del adulto que no supo regular sus emociones y se dejó llevar por sus impulsos, no sabiendo gestionar la situación.
Toma nota de qué hacer
- No pierdas el control y trabaja la paciencia. Agáchate al nivel del niño para hablarle a su altura y mantén un tono de voz suave. Habla cuando el niño esté preparado para escucharte, y no en su punto alto del enfado; escúchale.
- Acompaña al niño en su momento de malestar, sin juzgarle, desde el amor incondicional. Necesita saber que pase lo que pase seguirás ahí, que es importante para ti. No menosprecies su emoción con frases como: “No es para tanto”, “No pasa nada”, “No llores”, “Es una tontería”, etc. Recuerda que el cerebro del niño es inmaduro y no puede controlar su ira. Nunca lo compares con otros niños.
- Verbaliza cada emoción utilizando la empatía y la comprensión. Ejemplo: “Te entiendo, estás enojado porque se te ha roto tu juguete. Si quieres podemos arreglarlo juntos”. Es importante hablar de la emoción y que el niño entienda que no está mal llorar o enfadarse.
- El abrazo lo cura todo. Ejemplo: “¿Te puedo dar un abrazo?”. Siempre preguntándole si se lo puedes dar y respetando su decisión. Si no quiere, puedes esperar unos segundos y vuelve a preguntarle. Es necesario canalizar ese enfado. Puede ser haciendo respiraciones o mediante el juego, aunque un abrazo siempre es muy efectivo para bajar la intensidad del enfado.
- Comparte tus emociones. Ejemplo: “Yo también me he enojado, no me ha gustado cómo me has hablado”.
- Busquemos soluciones, no culpables. En vez de decirle: “¿Ves?, te has caído por subirte a la silla”, le puedes decir: “Ven, ¿te has hecho daño? Es que ha sido una gran caída. ¿Quieres que te cure con muchos besos?”.
- Jamás ignoramos al niño, nunca le dejamos solo. Muéstrale en todo momento amor incondicional.
- Una vez que el niño se va calmando se puede comenzar a negociar. Es el momento de ofrecerle alternativas. Ejemplo: «Entiendo tu enfado, querías quedarte más tiempo jugando en casa de los primos, ¿qué te parece si volvemos mañana otro ratito?”.
Por: Carmen Prieto Ribó, neuroeducadora y especialista en comportamiento infantil y juego. Autora del libro «No me grites, abrázame». Cofundadora de Ubuntu Crianza, Asociación Española de Crianza Respetuosa y Consciente. Instagram: @carmenprieto_crianza
[irp posts=»15357″ name=»Padres: 7 claves para comunicarse positivamente con los hijos»]
Otras notas relacionadas: