Jardín infantil Arándano: Los niños como protagonistas de su aprendizaje
Corría el año 2009 cuando Francisca Talciani y su familia se fueron a vivir a Puerto Varas provenientes de Santiago. Ya instalados iniciaron la búsqueda de un jardín infantil para su hija de 2 años, pero la oferta de la ciudad lacustre no los convenció: querían algo distinto, especial y alejado de las estructuras de enseñanza tradicionales. Fue así como se materializó la idea de Arándano, un jardín infantil inspirado en la filosofía Reggio Emilia.
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“Mis hijos tienen hoy 17, 15 y 13 años, y me hubiera gustado haber conocido antes esta maravillosa propuesta educativa con el fin de haber ganado espacios entretenidos de juego y creatividad con ellos. Sin embargo, reconozco que tuve la suerte de criarlos en sus primeros años sin el boom del celular, lo que me dio la oportunidad de estar más atenta a ellos, a sus necesidades, de poder habilitar espacios de juego para que se entretuvieran con los recursos que tenían… y siento que eso fue maravilloso. Sobre todo si lo comparo con los tiempos actuales, donde la crianza con la tecnología se hace cada vez más difícil porque nos absorbe tiempo importante de nuestro día a día”, comenta. Para conocer más detalles del modelo educativo de Arándano conversamos con Francisca sobre la aplicación que han hecho del modelo Reggio Emilia y sobre las experiencias que viven los niños en un típico día de jardín infantil. Con el foco en entregar una educación de calidad y que fuera respetuosa con los ritmos naturales y derechos de la infancia descubrí la filosofía Reggio Emilia, que me encantó por su búsqueda constante de comprender la complejidad de la infancia y elevarla para ir construyendo una cultura e imagen del niño que ha ido transformando nuestra práctica educativa. Me pareció tan interesante la riqueza del diseño de los espacios y materiales, tan seductores, que avivan la curiosidad y activan el interés por aprender. La atmósfera es creada para que realmente los niños sean los protagonistas y constructores de su aprendizaje. Entendemos al niño como un ser que nace lleno de potencialidades, inteligente, sociable y capaz, que absorbe el mundo cuando lo conoce y explora a su voluntad. Al considerarlo como un ser activo en su aprendizaje derribamos el modelo tradicional donde el adulto transmite el conocimiento. Pasamos a creer en la capacidad innata de los niños de aprender, en la interacción directa con los materiales y con las personas, por lo tanto, debemos ofrecerles espacios e instancias que potencien eso. Creo que con la escolarización temprana de los colegios se perdió la esencia de la educación infantil, se mercantilizó, y el foco se puso en preparar a los niños para el colegio o el próximo curso, en vez de preocuparse por lo que ellos/as necesitan hoy, que es tiempo… tiempo para jugar, tiempo para descubrir, tiempo para construir, tiempo para relacionarse, tiempo para resolver conflictos, tiempo para observar el recorrido de un caracol, tiempo para maravillarse, tiempo para construir sus propios proyectos… Y todo esto con un adulto que lo acompañe y lo desafíe en sus propias conquistas, que aliente sus capacidades personales, que le permita resolver sus propios conflictos, que lo acompañe a descubrirse a sí mismo y al mundo que lo rodea. A través de esta filosofía conocimos la importancia de ampliar los lenguajes expresivos y simbólicos de los niños. Hay un poema muy lindo creado por el fundador Loris Malaguzzi, que habla de que el niño tiene cien lenguajes, pero le robamos noventa y nueve. Esto tiene que ver con que la mayoría de los esfuerzos que se hacen a nivel escolar tienen relación con los lenguajes del habla o los matemáticos y se olvidan de todo el resto, de las diferentes maneras que tienen los niños de representar, expresar y comunicar lo que sienten o piensan a través de diferentes medios y sistemas simbólicos. Es así como a través de diversas propuestas y materiales invitamos a los niños del jardín infantil a explorar los lenguajes simbólicos y ampliar sus posibilidades de expresión. Utilizamos el ambiente como un tercer educador, es decir, las educadoras diseñan diferentes propuestas estéticas para seducir a los niños a través del asombro y la curiosidad, y así activar el interés por involucrarse en la propuesta y desafiar sus propias habilidades. Implementamos propuestas con material no estructurado (que no tienen un solo uso, fin o resultado) a través de las llamadas “piezas sueltas”, que favorecen los múltiples lenguajes expresivos, por medio del juego con materiales reciclados o elementos en colecciones, dándoles la libertad a los niños de que los puedan transformar según sus propias motivaciones. De esta manera se potencia la imaginación, la co-construcción, el pensamiento divergente y el juego creativo. Tenemos dos grandes momentos que dividen la jornada diaria del jardín infantil. En el primer bloque los niños transitan por las diferentes propuestas, según sus intereses y motivaciones, con la guía y compañía de las educadoras que siempre están atentas a escuchar, observar y registrar los procesos que van ocurriendo. Luego de ordenar se reúnen en una ronda donde se reconocen como grupo y realizan diferentes rítmicas de saludo y de cantos. Al terminar, los niños comen una colación para luego pasar al segundo momento importante del día: el exterior. Los niños se visten con trajes impermeables y botas de agua para salir a los diferentes espacios naturales que el jardín ofrece, implementados con cocinas de barro, areneros y algunos mobiliarios que inviten al movimiento y juego libre. Acá los niños/as viven la segunda parte del día hasta el término de la jornada. No es que salgan al recreo a “despejarse” de la “carga del interior”, sino que se utiliza como un aula viva donde disponen de tiempo y espacio suficiente para jugar, para desarrollar proyectos, relacionarse con otros niños (más grandes o pequeños) y relacionarse con los seres vivos que lo habitan para enriquecer su mundo interior. Entendemos el espacio exterior como un gran laboratorio verde donde la inteligencia sensorial, corporal, social y científica se activa en la exploración diaria con la diversidad de materiales que la naturaleza les ofrece y regula su ritmo natural el cual se sintoniza con el ritmo lento y sutil de la naturaleza. Para Francisca no existe una edad ideal que determine la entrada de un niño/a al jardín infantil, ya que cada contexto y necesidad familiar es distinta. Sin embargo, destaca la importancia de que el lugar elegido —ya sea sala cuna o jardín— responda a las necesidades que la infancia necesita y que se ponga a la altura de sus derechos y potencialidades. Creo que el principal es apurar los procesos. Debemos eliminar el paradigma de que “antes es mejor”, de que es necesario sobreestimular a los niños desde guaguas para que sean más inteligentes. Los niños necesitan descubrir, conocer y explorar su cuerpo a través de los sentidos , para luego pasar a lo cognitivo. De lo contrario, es como partir construyendo una casa por el techo sin tener la base lista. Niños con autoestima positiva que conocen sus capacidades y se desenvuelven con autonomía, con un buen desarrollo motor y una buena base sensorial. De esta manera, tendrán un piso sólido que después les permitirá pasar el tiempo necesario sentados en un escritorio atendiendo una lección o haciendo trabajos de caligrafía. Y eso se consigue dándoles el tiempo, el espacio y la compañía. Una infancia sana es una infancia con tiempo y espacio para jugar. Más que actividades mi consejo es que puedan habilitar en las casas un espacio de juego que sea diverso en materiales, donde los hijos puedan desarrollar la iniciativa al escoger, armar, desarmar, transformar el espacio y los materiales y así puedan jugar sin tener que depender de un adulto. A través de un ambiente acogedor, sin pantallas, donde les permitan aburrirse y salir diariamente al exterior que les entregará una base sensorial necesaria para su desarrollo sano (no existe el mal clima, existe la mala ropa). Acompañarlos en el desarrollo de la autonomía a través de labores cotidianas para que el niño/a se vaya sintiendo capaz y con herramientas para desenvolverse cada vez más autosuficiente, sintiendo que puede lograr grandes cosas. Los padres deben confiar en sus hijos y en sus capacidades. También les recomiendo apoyarse en la lectura, como el libro “Las piezas sueltas” de Priscilla Vela y “Educar en el asombro” de Catherine L’Ecuyer, que entregan herramientas para acompañar la infancia con una mirada desde el juego, el tiempo, el asombro y los materiales. Por: Cristina González, editora.
Francisca y Andrea García, ambas educadoras de párvulos, son las encargadas de este proyecto que hoy cumple trece años de existencia y que busca potenciar el desarrollo de niños y niñas a través del juego creativo, experiencias concretas en la naturaleza y las artes. El enfoque Reggio Emilia, creado por el educador italiano Loris Malaguzzi, se basa en la imagen del niño como poseedor de un fuerte potencial para el desarrollo y como sujeto de derechos, que aprende y crece en relación con otros.
¿Por qué optaste por la filosofía Reggio?
¿Cómo se entiende al niño desde esta perspectiva?
¿Cómo les brindan a los niños estas experiencias que proponen?
¿Cómo es un día típico en el jardín infantil?
Por una educación sin prisa
Francisca, ¿qué factores son perjudiciales en la etapa preescolar?
¿Y cuáles son los factores protectores de una preescolaridad sana?
¿Qué actividades recomiendas a los papás para potenciar el sano desarrollo de sus hijos preescolares?