En pocas palabras, cuando se habla de psicopedagogo nos referimos a aquel profesional que realiza funciones de evaluación, planificación de apoyo individual o grupal para favorecer el aprendizaje escolar.
Veamos un ejemplo cotidiano: usted se sienta con su hijo a realizar una tarea que ha sido enviada de manera virtual en la que se plantea que él debe resolver un problema matemático para aplicar las multiplicaciones. Usted se da cuenta de que aún su hijo no domina las tablas de multiplicar y que, pese a comprender el problema, él no sabe por dónde comenzar. Entonces, usted evaluó la situación estableciendo las condiciones iniciales necesarias para resolver dicho problema. Inmediatamente realiza un proceso mental en el que se da cuenta que deben primero repasar las tablas de multiplicar y que, además, debe guiarlo en los pasos. Por lo tanto, planifica los apoyos para finalmente llevarlos a cabo. De esta forma, estaría cumpliendo el papel de psicopedagogo de su hijo.
Competencia: autocontrol
Pero para ser un buen psicopedagogo son varias las competencias que determinan el éxito de la tarea. Estas no solo hacen referencia a los contenidos que hemos aprendido, sino que también sirven de apoyo a nuestros hijos.
Se debe poseer autoconocimiento, autocontrol y automotivación emocional que favorezcan la empatía y la resolución de situaciones de conflicto. Grandes palabras que implican conocerse a uno mismo antes que a los demás.
¿Cuántas veces nos hemos sentido malhumorados porque nuestros hijos no nos entienden y perdemos el control? Es aquí cuando es necesario aplicar el autocontrol y reflexionar sobre nuestras características personales que nos ayudarían a obrar con flexibilidad y versatilidad frente a situaciones nuevas, para que finalmente logremos estudiar generando un ambiente de armonía.
Competencia: capacidad crítica y autocrítica
También es de gran importancia reflexionar con capacidad crítica y autocrítica conversando con nuestros hijos sobre cómo podemos estudiar mejor, pensando en las técnicas pero también en las actitudes con las cuales asumimos el estudio.
Por ejemplo, preguntar claramente cuáles aspectos debemos cambiar y cómo les gustaría que fuera nuestro estudio, para generar así un trabajo en equipo en el cual la responsabilidad sea compartida y no solo del adulto responsable ni el hijo ejecutor. Así posibilitamos la sana convivencia, valoramos las diferentes opiniones y generamos un espacio de armonía en pro del aprendizaje.
Se logra con amor
Ser psicopedagogo en la familia es una tarea de construcción. No basta con dominar los contenidos. Se inicia con el conocimiento y reflexión de nosotros mismos como adultos responsables de la educación y cómo día a día vamos adaptándonos a los cambios, procurando un estado de armonía y bienestar para todos los integrantes de la familia. Con amor, podemos hacerlo.
Por: Sandra Chilangua, Directora Carreras del Área Educación Santo Tomás sede Rancagua.
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