¿Mala conducta o desregulación sensorial?
Generalmente los padres sienten preocupación al observar que sus hijos no siguen instrucciones, hablan muy rápido, con chillidos o gritos, con exceso de saliva, realizan movimientos rápidos y fuertes, muestran risa descontrolada o impulsividad, entre otras cosas. Lo primero que se les viene a la cabeza es que el niño tiene un problema de conducta, que no sabe comportarse, que es desordenado o desobediente y que requiere corrección. Pero no necesariamente es así. Sin saberlo, los padres pueden estar frente a lo que se conoce como desregulación sensorial, algo que no tiene nada que ver con mala conducta o berrinches. Nuestro cerebro procesa continuamente los estímulos que llegan del ambiente, como sonidos, imágenes, sabores, olores, texturas, temperatura, dolor, el movimiento de la cabeza y otros movimientos del cuerpo. Esto llega principalmente a través de 8 sentidos: tacto, gusto, olfato, vista, audición, vestibular (equilibrio), propiocepción (sentido del cuerpo) e interocepción (sentido interno que experimenta dolor físico, temperatura y sensación de órganos). Las expertas señalan que el procesamiento sensorial es una operación compleja, con una serie de pasos que comienza con la recopilación de estímulos ambientales por nuestros oídos, ojos, nariz, boca, piel y músculos, los cuales viajan al cerebro para ser interpretados (combinados con otras entradas sensoriales, pensamientos, sentimientos y recuerdos) como parte de nuestros procesos de pensamiento y reacción. En resumen, es la capacidad de responder a las demandas del ambiente de forma adecuada. Pues bien: cuando existen dificultades en el procesamiento sensorial en uno o más sentidos, se ve interferida la forma en que interpretamos lo que sucede en el entorno y cómo interactuamos con éxito con el mundo que nos rodea. En ocasiones, esta interpretación inadecuada del entorno genera reacciones exageradas o poco eficaces como respuesta a las demandas del ambiente. “En palabras simples, una desregulación sensorial es una acumulación constante o bombardeo de estímulos sensoriales que desencadenan una respuesta de lucha o huida que lleva a una respuesta emocional más intensa. Como resultado pueden desarrollarse comportamientos como berrinches, irritabilidad, disposición negativa, ira y otras emociones negativas, o no apropiadas socialmente”, puntualizan. De acuerdo con las expertas, la desregulación sensorial —también llamada crisis sensorial— afecta principalmente a niños que presentan desafíos en su procesamiento sensorial. Habitualmente, niños que presentan una hiper-respuesta frente a estímulos sensoriales de origen auditivo, táctil y/o visual. Ahora bien: ¿qué cosas son típicas de estos niños y que pueden guiar a los padres para consultar? Además de los rasgos mencionados al inicio —que deben ser constantes en el tiempo y evaluados con un buen diagnóstico— las expertas de la Corporación señalan que al presentarse dificultades del procesamiento sensorial podemos encontrarnos con niños que están en una constante búsqueda de sensaciones o, por el contrario, en un estado de baja alerta donde les es difícil registrar los estímulos. Los padres pueden observar: Cabe destacar que cada niño es distinto y puede reaccionar de forma diferente al mismo estímulo, por lo que es importante identificar la causa de los episodios de desregulación y así crear estrategias para un desempeño más satisfactorio en el día a día. “Actualmente se ha observado un aumento en la consulta por temas sensoriales, pero no hay que olvidar que todos somos seres sensoriales y que tenemos que buscar la funcionalidad aceptando las características y necesidades de cada niño”, comentan. Por el tipo de conductas que presentan estos niños, los padres pueden confundirse y creer que su hijo tiene simplemente un problema de conducta. Frente a esto, las expertas indican que la principal diferencia es el gatillante del comportamiento disruptivo. Y es que cuando nos enfrentamos a una desregulación sensorial podemos observar que previamente existió un estímulo sensorial que aumentó la alerta de un niño. Esto se ve reflejado en reacciones fisiológicas como aumento de la respiración, llanto, impulsividad, entre otros, que se presentan frente a situaciones particulares y que por lo general pueden ser manejadas al suprimir el estímulo gatillante. ¿Qué estímulo? Ruidos estridentes, luces brillantes, la textura de una prenda de vestir, etc. En cambio, según las expertas, un desorden conductual se observa cuando las conductas disruptivas o desregulaciones son gatilladas por situaciones que no aparentan tener una causa específica relacionada a un estímulo ambiental. “Sin embargo, debemos destacar que es difícil separar y enmarcar las conductas de los niños a una causa específica, ya que son variados los factores que determinan el comportamiento, siendo de suma importancia considerarlos todos con el fin de comprender de la mejor manera al ambiente al cual el niño se está enfrentando”, precisan. Al igual que otras condiciones o desafíos de la niñez, no tratar la desregulación sensorial puede interferir en el desarrollo y desempeño de las actividades diarias de la persona afectada. Por lo mismo, si los padres mantienen una sospecha pueden consultar con un terapeuta ocupacional con formación en integración sensorial. “Estos niños tienden a percibir el ambiente como una constante amenaza, generando conductas disruptivas de evasión ante nuevos desafíos o simplemente ante actividades cotidianas. A largo plazo, esta constante sensación de desregulación y desafío ante la habilidad de interactuar con el medio puede producir estrés y ansiedad”, indican. Al abordar una desregulación sensorial se pueden utilizar diferentes teorías. Desde la terapia ocupacional se usa la teoría de integración sensorial con el fin de comprender cómo ocurre el procesamiento sensorial de cada niño y así poder implementar estrategias significativas y acordes a las necesidades. Es fundamental trabajar con los distintos contextos (familiar, social, escolar) y realizar una transferencia exitosa de las estrategias trabajadas en el contexto terapéutico. “Ya que la ocupación principal de los niños es el juego, el trabajo que se realiza en las terapias se basa precisamente en el juego, el que vamos adaptando a los desafíos de cada niño. Por lo general, se trabaja en una sala donde hay columpios, estructuras para escalar, muchos juguetes, cojines y variados implementos para construir circuitos motores. Es esperable que estos niños mejoren su capacidad de regulación ante las frustraciones (uno de los motivos de consulta más comunes), que mejoren su habilidad motora para participar en juegos acorde a la edad y también su capacidad de atender y seguir instrucciones en contextos familiares y escolares”, puntualizan. Cabe destacar que la desregulación sensorial puede darse en varias etapas de la vida. Las expertas señalan que el desarrollo es evolutivo y los desafíos a los cuales se enfrentan los niños también son evolutivos y cambiantes, por lo tanto, cuando se generan grandes desajustes en sus rutinas o existen cambios importantes en los niveles de exigencia es posible que existan episodios de desregulación. Sin embargo, cuando se ha trabajado con las familias y/o cuidadores significativos, ellos son capaces de pedir ayuda oportunamente o intervenir el ambiente y generar estrategias para lograr sortear las demandas del momento. Para las expertas, no hay “una conducta específica” de los padres que pueda calificarse como la mejor o que será la más favorable para los hijos. Sin embargo, en términos generales es ideal que haya una conducta de calma y contención en casa. Como primera cosa es importante observar el ambiente y tratar de identificar cuál es la causa de la desregulación y así poder actuar como agente co-regulador. También es importante que los padres puedan ANTICIPAR contextos y así poder, en lo posible, evitar episodios que gatillen estrés. ¿Qué quiere decir esto? Tener plan B. “Por ejemplo, si salen a comer y saben que el lugar puede producir estrés, facilitar el irse antes de dicho lugar. También tener actividades que ayuden a la regulación como llevar juguetes o manualidades para una sala de espera, validar emociones y favorecer estímulos calmantes. No se debe retar o ridiculizar la conducta, ya que producirá más ansiedad y menos capacidad de regulación”, señalan. Como actividades concretas o ideas para la casa, recomiendan lo siguiente: Por: Cristina González, editora.
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¿Qué significa este concepto? Antes de explicarlo es importante comprender qué es el procesamiento sensorial y cómo las dificultades de este procesamiento pueden desencadenar una desregulación sensorial. Tres expertas de la Corporación Chilena de Integración Sensorial —Nurith Kohn (Centro STEPS), María Paz Salinas (TOIT Desarrollo y Alimentación) y Josefina Emhart (Directorio IS Chile)— nos ayudan a entender este tema y resolver algunas dudas que pueden surgirles a los padres.
Procesamiento sensorial
Principales afectados: los niños
Mala conducta
Tratamiento a través del juego
Padres: qué hacer y no hacer