Para muchos padres, la hora de comida de sus hijos se transforma en un campo de batalla. No sólo tienen que lidiar con los gustos propios del menor, sino también con una serie de otros problemas que surgen en el largo y a veces difícil aprendizaje alimenticio. Entre las quejas de los padres están: “mi hijo no quiere comer”, “es imposible darle pescado”, “no quiere comer verduras”, “sólo quiere postre”, “quiere comer todo molido y no acepta trocitos”.

Este último caso es más frecuente de lo que se cree. Cuando el niño tiene edad suficiente para masticar se niega a hacerlo y sigue pidiendo la comida en forma de papilla. Los padres y abuelos se desesperan, porque piensan que su hijo no se está nutriendo en forma correcta, que se le caerán los dientes, que no desarrollará su función digestiva y una serie de cosas más.

Conversamos con el gastroenterólogo infantil de la UC, Dr. Francisco Larraín, para que entregue luces a los afligidos padres acerca de cómo enfrentar el rechazo a la alimentación entera.

¿A qué edad los niños deben comer trozos de comida?

La alimentación complementaria de los lactantes, que es la incorporación de cualquier alimento diferente a la leche, se inicia habitualmente a la edad de 6 meses. Antes de esa edad está presente el reflejo de extrusión, también llamado de protrusión, por el cual el niño expulsa hacia afuera con la lengua, los objetos o alimentos que se aproximan a sus labios.

Entre los 6 meses y 1 año de edad, esta alimentación debe ser molida en forma de papilla o puré suave, pues el niño tiene sólo incisivos. Con la erupción de los primeros molares, la papilla puede tener una consistencia más espesa. Al aparecer los segundos molares (2 a 3 años), el niño puede masticar mejor y se pueden introducir los alimentos picados o en trocitos.

¿Cuál es la manera correcta de introducir la alimentación entera?

En primer lugar es importante no dar alimentos fuera de los horarios de comida, pues si el niño come en forma fraccionada a lo largo del día cuando le da la gana (pan, bebidas azucaradas, golosinas, etc.), no va a tener hambre suficiente para probar alimentos nuevos. La “neofobia”, que es el rechazo a comer alimentos nuevos, está presente con mucha frecuencia y su aparición no debiera provocar el retiro de ese alimento. Es importante ofrecer al niño los alimentos nuevos con paciencia y constancia, sin forzarlo, para lograr que se acostumbre a los nuevos sabores y  consistencias.

Con el fin de conocer la tolerancia del niño a cada alimento, no es conveniente incorporar dos o más alimentos en forma simultánea; más bien deben incorporarse los alimentos de a uno, aumentando la cantidad en forma paulatina. Las preparaciones deben ser sencillas en licuados y puré, y progresivamente se aumenta la consistencia.

¿Es posible que un niño no coma comida entera a la edad de 4 o 5 años?

Esa situación es absolutamente excepcional. Uno no la ve mucho en la práctica pediátrica, salvo que el niño tenga un problema orgánico (por ejemplo, estenosis del esófago), un problema neurológico (parálisis cerebral) o un trastorno siquiátrico importante provocado por una práctica muy inadecuada en la enseñanza del niño en este aspecto.

¿Es correcto forzar al niño a probar trocitos de tomate o carne pequeños?

Nunca debe forzarse al niño. El aumento de la consistencia de los alimentos debe hacerse en forma paulatina, con mucha paciencia, hasta llegar a dar trocitos de alimentos, sin forzar al pequeño a aceptarlo. La masticación y la deglución de los alimentos sólidos son conductas motoras que el niño debe aprender y el aprendizaje debe ir de la mano con una actitud paciente de la persona que da la comida al niño.

Pensando en una enseñanza paciente, ¿qué deben hacer concretamente los padres si se le presenta el plato con trocitos al niño y se niega a comerlo?

Para una situación como ésta, es mejor retirar el plato pero sin manifestar enojo, hasta que el niño lo coma más tarde. O bien volver a presentarlo en otra ocasión si no lo hace. Probablemente el hambre va a hacer que lo pruebe y lo coma.