Desde que nacen los niños sienten frustración. Por ejemplo, cuando la mamá se va y lo deja solo, cuando tiene hambre y la mamadera se demora en llegar, cuando juega con el hermano y le quita su juguete, cuando el compañero del jardín dibuja precioso y él no es capaz de hacerlo tan bien. Leer artículo completo
Los pequeños aún no pueden verbalizar sus emociones y reaccionan llorando. En ese momento los padres se angustian porque el niño llora por todo. Pero a medida que aparece el lenguaje y puede expresar lo que le pasa, esta actitud de frustración va desapareciendo.
Sin embargo, en algunos menores este proceso demora más. El juego es una herramienta muy útil en este sentido, pudiéndose realizar en casa con la familia y con los amigos de los niños.
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Buenas ideas
Si el niño tiene entre 1 y 3 años se pueden realizar juegos de estimulación: que caminen en puntitas, que salten, que pasen debajo de una cuerda, que coloquen pelotas de colores dentro de un recipiente o jugar con globos.
En estos juegos no hay ganadores. Además, deben respetar sus tiempos y el turno de cada uno. A la vez, se estimula la participación grupal, trabajo corporal, creatividad y motricidad.
En medio del juego los padres deben estar atentos para colaborar con el niño cuando le cueste realizar una actividad o quiere la pelota del hermano. Ahí se le debe explicar que la pelota roja la usará un rato el hermano y luego él o ella. Poco a poco irá introduciendo los conceptos de tiempo, turno y compartir.
Para niños más grandes (cuando aparece el lenguaje) se recomiendan juegos que refuercen los aprendizajes de lecto-escritura, lógica, matemáticas, ciencias y arte.
Los juegos de mesa son muy buenos para esta edad: dominó con figuras, juego de la oca, ludo y naipes.
Este tipo de juegos son comunitarios: hay un ganador, pero no depende solo de él ya que la fortuna juega un papel importante. Por lo tanto, el ganador no siempre es el más hábil (conviene que haya un adulto como mediador).
Cuando el niño juega solo con el adulto, este último puede hacer que el menor gane. Pero también debe perder, ya que es parte del aprendizaje para manejar su frustración.
Se debe ayudar al niño a reconocer sus emociones. Cuando está enojado porque perdió o triste porque no le resultó algo como quería, le puedes preguntar «¿Por qué estás triste o enojado?». Y cuando logra algo, le puedes preguntar «¿Estás contento?». Siempre trata de que te conteste y pueda expresarse. Así irá reconociendo sus emociones y aprenderá a controlarlas. Y tú podrás conocer más a tu hijo o hija.
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Por: Silvana Di Monte, profesora y psicopedagoga. Escritora y autora del proyecto “Yo, el profesor de mi nieto”.