¿Por qué algunos niños tienen problemas a la hora de comer?

Muchos niños pequeños, desde edades muy tempranas (lactantes), pueden rechazar o ser muy selectivos con sus alimentos. Si esto persiste puede transformarse o tener un gran riesgo de presentar una deficiencia nutricional, impactando directamente en su desarrollo.

Condición biológica o sensorio-motriz

Lorena Luna, académica de fonoaudiología de UNAB, señala que diversos estudios evidencian que casi todos los niños (90%) con problemas de alimentación presentarían alguna condición biológica o problemas sensorio-motores de base.

Sin embargo, la mayor parte de los programas de intervención se centraría en el manejo conductual-emocional del niño o niña, indicando que se trataría de un comportamiento “voluntario”, cuando lo más probable es que exista una causa de base que hay que descartar y/o tratar.

“En este caso la conducta presentada puede ser una respuesta adaptativa del niño o niña para evitar una situación que le desagrada”, explica.

La experta añade que es esperable que un niño o niña muestre en algún momento de su desarrollo rechazo o selectividad por los alimentos. Pero debemos estar alertas ya que estos deben ser transitorios. Cuando estas dificultades se mantienen o persisten hay que actuar prontamente.

Toma nota de estas razones

¿Qué características podemos encontrar en niños o niñas con estas dificultades? La fonoaudióloga menciona lo siguiente:

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Generalmente hay un perfil clínico de problemas perinatales y/o malformaciones que podrían estar afectando la función digestiva.

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También podría presentarse una gran selectividad en los alimentos referida al sabor, olor, texturas, tamaños, etc., pudiendo ser un indicador directo de algún trastorno fisiológico.

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En un tercio de los niños se pueden encontrar problemas respiratorios como acumulación de secreciones, respiración de modo oral, esfuerzo respiratorio, coordinación respiratoria, etc. Esto puede presentarse en lactantes, donde la actividad de alimentarse implica un esfuerzo cardiorrespiratorio intenso y donde los expertos recomiendan ser muy cuidadosos en el tipo de chupete de la mamadera, posición del bebé a la hora de comer y/o técnicas de control mandibular.

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Otra característica muy frecuente es el reflujo gastroesofágico (RGE), alergias o malformaciones anatómicas que puede implicar una dificultad de vinculación emocional negativa con el proceso de alimentarse, aún posterior a la superación del problema médico.

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Frecuentemente se encuentran también dificultades relacionadas a los distintos tipos de consistencias de los alimentos, donde, desde los procesos motores es más fácil manejar alimentos que se deshacen con la saliva (como galletas o pan) que un alimento de consistencia más sólida como cierto tipo de verduras o carnes.

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También encontramos niños con hiperrespuestas sensoriales a quienes les es más agradable comer alimentos sólidos y no así papillas.

El proceso de alimentación

La experta señala que, así como estamos pendientes de cuándo el niño inició su marcha o cuándo expresó su primera palabra, no debemos perder de vista los procesos típicos de desarrollo de la alimentación, desde neonatos (lactancia) hasta cuando ya son capaces de alimentarse de forma autónoma.

“Es importante observar cómo toman la cuchara, cómo mastican, cómo muerden, cómo beben los líquidos, cómo y dónde se sientan, etc., para detectar tempranamente y poder iniciar en forma precoz una intervención eficaz como equipo multidisciplinario”, indica.

En este equipo debiesen estar incorporados profesionales de diversos ámbitos (fonoaudiología, medicina, terapia ocupacional, nutrición, psicología) que aborden distintas facetas del proceso de deglución y/o alimentación.

“Esto nos permite realizar adecuados diagnósticos diferenciales, para no pensar siempre que porque un niño es selectivo al alimentarse podría presentar un trastorno del espectro autista (TEA)”, indica.

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Por: Edición SM.