Los conflictos podrían definirse como aquellas situaciones en donde dos o más personas entran en oposición o desacuerdo debido a intereses y/o posiciones que aparecen como incompatibles. La manera en la que se resuelva esa situación va a definir si la relación se deteriora o sale fortalecida. Entonces, no tiene nada de malo que existan conflictos.
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“Incluso se puede aprender mucho de ellos. Sobre todo, podemos reforzar habilidades socioemocionales para desenvolvernos en la vida diaria. Lo importante es centrarse en cómo lo resolvemos”, comenta la psicóloga del Programa Aprender en Familia de
Fundación CAP, Soledad Tagle.
Enseñar
Algunas de las características propias de la etapa de la niñez son las pataletas, las dificultades para compartir y la tendencia a resolver conflictos con golpes o de manera agresiva. Muchas de estas conductas se producen porque aún los niños y niñas no saben cómo expresar su rabia o frustración. Todas estas actitudes son esperables, e incluso a veces son necesarias para un adecuado desarrollo socioemocional. En la medida en que vayan enfrentándose a estas, irán aprendiendo a resolver sus conflictos de mejor manera.
Sin embargo, para que puedan aprender debe haber otro que enseñe. “Por esto, es importante que los adultos significativos actuemos de inmediato y con buenos tratos cuando aparezcan estos comportamientos, para que así se transformen en oportunidades de aprendizaje. A veces podemos perder la paciencia ya que estamos muy cansados o sobrepasados. Sin embargo, es importante recordar que somos los adultos quienes, en primer lugar, debemos mantenernos en calma. Los buenos tratos son importantes para los adultos, pero lo son doblemente para un niño o niña que se está desarrollando y aprendiendo a relacionarse”, destaca Soledad Tagle.
Estrategias
Algunas estrategias para enfrentar situaciones conflictivas dentro de la familia:
- Parar y respirar: Si es que estoy en una situación conflictiva puede ser útil parar antes de reaccionar, conectarse con uno mismo y lo que está sucediendo, y respirar profundamente varias veces.
- Mirar: Observar mi reacción corporal, mis sentidos, a la otra persona, la situación en la que estoy, para así hacerme consciente de lo que está sucediendo antes de reaccionar.
- Escuchar activamente: Escuchar al otro, acallando todo lo que está pasando por mi cabeza, escuchar sin interrumpirlo, sin anteponer mis razones frente a las suyas intentando ganar.
- Expresarse asertivamente: Expresar mis sentimientos de una manera adecuada, sin agresividad ni sarcasmo, descalificación u otra forma que pueda herir al otro, para abrir espacio al diálogo.
- Anteponerse a los conflictos: Pensar antes cuáles son las consecuencias frente a ciertos comportamientos, para que todos lo tengan claro y no entrar a discutir sobre eso en el instante que está ocurriendo la situación. Idealmente las consecuencias debieran tener sentido de acuerdo con la conducta que sucedió. Por ejemplo, si el niño dio vuelta la leche porque estaba enojado, habrá que ayudarlo a comprender su enojo, ofrecerle otra forma de expresarlo y enseñarle que la consecuencia a su reacción será limpiar lo que se ensució.
- Pedir la colaboración de todos los miembros de la familia: Esto es fundamental para gestionar los conflictos de una manera pacífica y asertiva, escuchando, respetando y validando las emociones. Quizás no siempre se llegue a acuerdos, pero sí hay que intentar que ambas partes queden lo más satisfechas posible y aprender algo de la situación vivida.
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