Imagina contemplando un hermoso atardecer en las rocas frente al mar. De pronto, las olas se agitan y caes al agua. El problema es que no sabes nadar y entonces aparece el miedo a morir ahogado. Comienzas a mover tu cuerpo desesperadamente intentando salir a la superficie. Esa acción te cansa y te empiezas a hundir en la inmensidad del mar. Pero ¿qué ocurriría si dejas de moverte y fluyes con cada ola del mar? Entonces flotarías. Pero el fluir con el mar no es un ejercicio simple: requiere confianza, soltar la musculatura, respirar profundo y evitar el contacto con pensamientos negativos de muerte para abandonarse en el movimiento del mar.

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