Independiente de la situación económica que se viva en cada familia, en algún momento todas enfrentan problemas de dinero con sus hijos, desde niños a adolescentes. La pregunta es: ¿cómo enseñarles que el dinero no está disponible en forma ilimitada, que deben ganarlo con el trabajo y que gastarlo implica siempre tomar decisiones?

Los niños son capaces de entender el concepto del dinero a la edad de cuatro años. Durante esa etapa pueden establecer una relación entre el valor de una moneda y lo que pueden conseguir con ésta. Enseñarles a manejar dinero es mucho más que prepararlos para una vida de trabajo o de ahorro.

Aunque pueda parecer obvio, conviene asegurarse de que nuestros hijos logren asimilar ciertos aprendizajes relacionados con el dinero. Ellos no se adquieren de forma espontánea, sino que dependen de los estímulos recibidos. Normalmente, si en casa se han ofrecido modelos adecuados, es frecuente que los hijos actúen de manera consecuente.

Pero no siempre ni necesariamente es así. En ocasiones, como consecuencia de otras influencias o por una falta de sensibilidad hacia ciertos aprendizajes, puede ocurrir que nuestros hijos presenten actitudes insensatas o incoherentes en relación con el dinero. Conviene, por lo tanto, asegurarse que vayan asimilando determinadas actitudes y hábitos antes de que sea demasiado tarde.

Practicar con el ejemplo

Es posible realizar actividades orientadas a fomentar el trabajo, el ahorro y la solidaridad desde que los niños son pequeños, analizando la real utilidad de las cosas, el servicio que pueden prestar a otros y la variedad de usos que se le puede dar al dinero.

Pequeñas acciones en el hogar les permitirán adquirir capacidad para analizar las necesidades reales y prioritarias, distinguir deseos y posibilidades o adquirir conciencia de la situación económica familiar y social. Es necesario, también, ayudarlos a comprender la diferencia entre necesidad, ganas y deseos; esto los preparará para convertirse en consumidores responsables y tomar buenas decisiones de gastos en el futuro.

Apenas los niños empiezan a contar es posible iniciarlos en el uso de dinero. La observación y la repetición son dos maneras importantes en que aprenden, por esto, a medida que crecen debemos permitirles que conozcan nuestros valores concernientes al dinero: cómo ganarlo, cómo ahorrarlo y, lo más importante, cómo gastarlo prudentemente. Al igual que en otros ámbitos de la vida, nuestro ejemplo es la mejor enseñanza.

En cada etapa

Para ver qué les enseñamos a nuestros hijos debemos considerar su edad y su madurez. Hasta los 7 y 8 años se pueden entrenar preferentemente las actitudes de ahorro, de solidaridad y del uso del dinero; entre los 8 y los 12 años, cuando ya tiene una visión menos egocéntrica del mundo y es capaz de realizar y entender algunos razonamientos y de relacionar algunas consecuencias con sus causas, es el momento de que descubra la relación del dinero con el trabajo y que aprenda a relacionar el cuidado de las cosas con el dinero; a partir de los 12 años, con la progresiva aparición del pensamiento formal y de la capacidad temporal, podemos enseñarles a administrar, a ser previsores y a valorar sus derechos, obligaciones y privilegios.

En concreto deben aprender que:

  • Conviene administrar el dinero de forma que una parte se ahorre para poder conseguir cosas de costo más elevado.
  • El dinero sirve para obtener cosas necesarias y útiles y para cubrir algunos caprichos o actividades de recreo.
  • Con el dinero se puede ser solidario y ayudar a otros.
  • Si se cuidan las cosas que usamos evitamos gastos innecesarios, y ello nos permitirá poder comprar otras cosas.
  • El dinero se obtiene a cambio de trabajo.
  • Todos tenemos derecho a disponer de dinero a cambio de trabajo, pero no a tener dinero a cambio de nada.
  • Hay que administrar el dinero de forma que permita cubrir los gastos de un determinado período de tiempo.

Paso a paso

Desde los primeros años es aconsejable que aprovechemos cualquier circunstancia para que el niño participe en actividades de compra. Podemos pedirle que pida lo que vamos a comprar, que pague con el dinero que le damos y que espere el cambio. Será un primer contacto con el dinero y las compras.

Cuando alcance madurez suficiente para comprender las cantidades y los precios de algunas cosas que le interesen (golosinas, pequeños juguetes, material escolar), es posible darle una cierta cantidad de dinero y que decida qué quiere comprar en un quiosco, en la juguetería, etc. Las primeras veces vale la pena ayudarlo a tomar decisiones.

Es importante usar la misma estrategia para comprar objetos superfluos y objetos necesarios (lápices, sacapuntas, libretas). Se trata que desde un principio participe en la compra de los dos tipos de productos ya que, de lo contrario, pensará que las cosas necesarias y útiles son algo que viene dado siempre y que por lo tanto no hay que pensar en ello. Por el contrario, intentaremos sentar las bases para que en su campo de visión económica entren las diferentes facetas de dicha realidad.

Alcancía

De forma simultánea sería recomendable entregarle una alcancía donde pueda guardar el dinero sobrante de sus compras, o el que pueda recibir de familiares o amigos, o el que le trae el ratoncito de los dientes y que no haya gastado. Junto con la adquisición de la alcancía deberíamos explicarle que allí se puede guardar el dinero y que éste puede servir para comprar alguna cosa para sí mismo o para hacer un regalo. Es importante que desde el principio le hablemos de las dos finalidades y le ayudemos a plantearse alguna en concreto (un juguete que desee o el cumpleaños de la mamá). También es el momento de aprovechar cualquier hecho de la actualidad para animarle a usar parte de ese dinero en donativos que ayuden a otros, siempre dándole libertad para decidir la cantidad.

Como en otras facetas educativas, debemos acompañarlo en sus primeros contactos con el dinero para que sea capaz de percibir diferentes aspectos de la realidad y, con ello, aprenda a tomar decisiones razonables. Más adelante, a medida que notemos sus avances, aumentaremos su libertad y la dificultad de sus decisiones.

 

Por: Paula Ramírez, sicóloga.