Un día, mientras tomaba mi café matutino, miraba por la ventana a mi gata que hace un par de meses tuvo seis gatitos. Todos los cachorros jugaban, se mordían las colas, se tiraban sobre la mamá y hacían bolitas entre varios. ¡Así es la naturaleza de los mamíferos! Llena de movimiento, juguetona, ruidosa, entretenida, llena de curiosidad y aventuras. Leer artículo completo
¿Pero qué pasa con nuestros cachorros humanos? El sistema escolar tradicional les exige que sean casi estatuas, que miren a un pizarrón y que se queden quietos durante toda la jornada de clases. De no hacerlo, el niño corre riesgo de tener que hacer un tour por especialistas para que logren “regularlo”. ¿Por qué? Porque la sociedad no permite que nuestros niños sean cachorros.
Sigamos a los líderes
Ya no hay excusas para no saber lo que están haciendo los países líderes en educación. Con un solo clic podemos ver qué está pasando en los patios de colegios en Dinamarca, podemos ver los laboratorios STEAM de los colegios australianos y podemos ver qué tipo de metodologías y planificaciones son las que se usan en jardines y colegios de Singapur y Finlandia.
El denominador común de todos ellos es que su enseñanza se basa en el JUEGO. Y para jugar los niños tienen que tener la posibilidad de moverse, interactuar con otros y también necesitan de la mediación cariñosa de los adultos.
Hoy todo se puede enseñar a través del juego. Los niños están fascinados con la robótica, la programación y el universo. Si tienen el espacio físico, el material adecuado y —lo más importante— profesores capacitados que promuevan el pensamiento crítico, el lenguaje, la colaboración y el debate, podremos estar tranquilos de que nuestros hijos se podrán manejar bien en esta sociedad cada vez más compleja.
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Quietos… con pantallas
El cuerpo humano necesita moverse. Estamos diseñados para correr, trepar, saltar, cantar y conversar. El ser humano es sociable y necesitamos de los otros para ser felices. Pero en la realidad de hoy veo cada vez más niños secuestrados por las pantallas, con papás que los quieren callados, inmóviles, que no molesten ni hablen.
¿Tan cansados estamos los adultos que ya no queremos tener cachorros ruidosos? ¿Queremos crías que se vean, pero que no emitan ruidos? Es cosa de ir a cualquier restaurante y ver a los papás conversando entre ellos y a los hijos quietos mirando sus pantallas. Incluso un centro comercial está promoviendo un “área de niños” donde los padres pueden dejarlos para vitrinear tranquilos, mientras los pequeños se quedan sentados en varias mesitas chicas, cada una con tablets bien amarradas (no vaya a ser que los niños corran y se las lleven…).
Como educadora de párvulos me preocupa más un niño que no se mueve, que no juega, que no se disfraza y que no hace ruido, que un niño “normal” y con conductas de cachorro.
Hago un llamado urgente tanto a los padres como a los educadores. Si queremos ser algún día líderes en educación debemos incorporar el juego entretenido, el baile, el movimiento y el yoga a nuestra rutina diaria.
Ya somos líderes en cuanto a niños y adolescentes tristes y con depresión. ¡Salgamos de ese ranking equivocado, ahora ya!
Por: Carolina Pérez Stephens. Educadora de párvulos UC. Máster en educación Harvard University. Directora de Starfish Preschool.