Inventar historias o decir verdades a medias es una conducta común entre los preescolares y muchas veces responde a que confunden la realidad con la fantasía e inventan historias sin intención real de decir una mentira. Sin embargo, se espera que ya en básica los niños y niñas sepan diferenciar entre ambas. Si no lo hacen, se transforma en un problema.

Los niños mienten por muchas razones. Es posible que lo hagan para evitar las consecuencias de algo que hicieron y que sabían que sus padres no permitirían. También lo hacen si no obtienen beneficio alguno por decir la verdad. Por ejemplo, si un niño o niña dice la verdad y es castigado severa o injustamente, podría aprender a mentir para evitar el castigo.

Los niños aprenden a mentir observando a sus padres u a otros niños. Si ven que otros parecen beneficiarse cuando mienten, es posible que copien esa conducta.

Para desincentivar las mentiras los padres debemos explicarles por qué mentir es inaceptable y sus consecuencias. Aclaremos que mentir significa decir algo que no es verdad a propósito.

Conversemos con él o ella cuando estemos tranquilos y cuando haya pasado un rato desde que dijo la mentira. De manera breve y tranquila, digámosle cómo le afectan las mentiras y por qué consideramos que mentir es un problema: “Ana, me siento decepcionado(a) y enojado(a) cuando mientes. Me cuesta mucho creer cualquier cosa que digas. Si sigues diciendo mentiras, muy pronto nadie confiará en ti”.

Evitemos una discusión, simplemente señalémosle que queremos que diga la verdad de ahora en adelante. También debemos decidir con anticipación lo que haremos en caso de sospecha que nuestro(a) hijo(a) no está diciendo la verdad. Las consecuencias apropiadas incluyen la pérdida de una actividad o privilegio, como quedarse más tiempo en la plaza, ver televisión o acostarse más tarde. No olvidemos informarle a nuestro hijo(a) cuál será la consecuencia si sospechamos que no está diciendo la verdad.

Incentivar el hábito de decir la verdad

Mostrémosle a nuestro hijo(a) que le damos oportunidades para ser sincero(a). De vez en cuando, preguntémosle sobre cosas que ya sabemos: “¿Limpiaste tu pieza?, ¿ya hiciste la tarea?, ¿ayudaste a tu hermana en lo que te pidió?”. Así, el niño(a) podrá practicar decir la verdad sobre lo que hace y nosotros sabremos inmediatamente si dice la verdad, porque hemos confirmado con anticipación los hechos

Si su hijo(a) dice la verdad, felicítelo: “Gracias Gabriela por decirme la verdad”. No importa que haya hecho o no lo que debía hacer. El objetivo es felicitarlo por decir la verdad, sin importar lo que haya ocurrido. También es conveniente que le dé una recompensa como una comida especial o acostarse treinta minutos más tarde. Aun cuando el niño(a) haya dicho la verdad, utilice la estrategia habitual para resolver cualquier problema de conducta si es que ésta ha ocurrido.

Si sospechamos que nuestro hijo (a) no ha dicho la verdad, describamos el problema: “Gabriela, no estás diciéndome la verdad. No has limpiado tu pieza”. Y apliquemos la consecuencia: “No podrás acostarte más tarde hoy”. Ignoremos las protestas o quejas y no discutamos el asunto con nuestro hijo(a). Simplemente apliquemos la consecuencia.

Aprender a decir la verdad toma tiempo. Si esto se ha convertido en una preocupación o problema, podemos ayudar a nuestro hijo redactando un contrato con él donde estipulemos que el niño(a) acepta decir la verdad y nosotros aceptamos darle oportunidades para que diga la verdad. Definamos los premios y las consecuencias. Si el problema persiste, pida ayuda profesional.

 

Fuente: Francisca Puga T., Psicóloga, Universidad Católica de Chile. Magíster en Psicología Social Comunitaria del London School of Economics. Directora Ejecutiva Triple P Chile. [email protected]