En ocasiones, los niños pueden tener comportamientos bastante crueles con sus pares. Aunque no sea malintencionado, pueden entrar en dinámicas que excluyan a otros, generando así una forma de bullying que, como padres, debemos ayudar a gestionar para asegurarnos de que todo el mundo juegue, participe y se sienta aceptado.
Los niños deben entender lo que es la empatía para que puedan aprender habilidades sociales que les permitirán llevarse bien con los demás.
Leer artículo completo
¿Por qué esta actitud?
El rechazo es una actitud compleja que exige un abordaje desde un punto de vista que fomente la aceptación. La experiencia indica que el rechazo entre iguales viene precedido por las siguientes causas:
- La conducta del rechazado. Generalmente es un individuo que no controla sus impulsos físicos y verbales, que puede llegar, a veces, a agredir al resto del grupo.
- Justificación constante de las actitudes que muestra. En ocasiones culpa a los demás de alguna de sus acciones, lo que empeora el rechazo.
- Frustración por parte del rechazado. Esto se combina con depresión, hostilidad, aislamiento, entre otras consecuencias.
- Niños tímidos de diferentes clases sociales o raciales.
- El proceso de rechazo integra variables que no solo se limitan a las actitudes del rechazado. Es una situación donde intervienen todos los actores que componen el entorno del chico: profesores, familias y compañeros.
- Cuando un niño es excluido, pierde la oportunidad de establecer relaciones positivas y desarrollar habilidades que estimulen su crecimiento social y psicológico.
¿Cómo actuar ante el hijo o hija?
Pregunta y escucha:
No hay que dar por supuestos los motivos, ya que pueden haber sucedido muchas cosas que no sabemos. Tal vez el niño no juegue porque no quiera… Una vez que sepas qué sucede en ese contexto y conozcas el motivo, piensa la mejor forma de actuar antes de ejecutarla. No es lo mismo enterarte de que tu hijo excluye a un compañero de un grupo porque se comporta de modo agresivo, a enterarte de que lo excluye porque tartamudea al hablar. En un caso, se trata más bien de una defensa, mientras que, en el otro, se trata de un acto de discriminación que no debería permitirse.
No le obligues:
No puedes obligar a tu hijo a que simpatice con alguien, pero sí enséñale a no ser desagradable. Es importante enseñar que existen diferentes grados de intimidad en las relaciones sociales. Que a veces está bien jugar de a dos, pero que además se puede divertir en aquellos juegos de grupo en los que participen todos.
Fomenta la empatía:
Anima a tu hijo a ponerse en el lugar del niño que está siendo excluido. A los niños les resultan graciosas ciertas conductas y muchas veces, dependiendo de la edad, no son capaces de proyectar o de medir el alcance que tienen ni el daño que pueden hacer. Puedes poner algunos ejemplos: “¿Cómo te sentirías si siempre fuera a la piscina con tu hermanito y tú te quedaras en casa?”.
Presta atención a la frecuencia del evento:
No es lo mismo que se trate de un asunto aislado, de una “mala semana” en el grupo, a que se trate de un episodio reiterado o prolongado.
Haz un seguimiento del tema:
Aunque escuches a tu hijo y tomes cartas en el asunto, no creas que es suficiente. Es importante que luego sigas preguntando cómo se dan las cosas y si algo ha cambiado en el grupo. El rechazo entre pares tiene gran impacto en el desarrollo psicológico y emocional de los chicos, por lo cual no hay que restarle importancia.
Involucra a la comunidad educativa:
De acuerdo con la gravedad del conflicto es crucial que los maestros sepan que hay una situación incómoda entre los compañeros. A veces, ellos no lo perciben porque sucede en los recreos y durante el juego, pero no en la hora de clase.
Algunas recomendaciones
No subestimes lo que le sucede a tu hijo:
No exageres ni lo conviertas en algo personal, pero tampoco lo tomes como “cosas de niños”. Pregunta y explora más. En ocasiones, aparecen primeras señales de una dinámica mucho más compleja de exclusión.
No reacciones mal, evita echar culpas:
De nada sirve que vayas a gritarte con otros padres o con los profesores. Intenta conservar la calma y pensar de qué manera puedes ayudar. Culpar a tu hijo solo crea más inseguridad y no lo ayuda a resolver el problema. Incluso, lo único que logras es que no quiera contarte nada más.
Mirarnos al espejo:
Cuál es el ejemplo que le estemos dando a nuestros hijos puede ser un reflejo de los comportamientos de estos con los demás. Si nos damos cuenta de que, en ocasiones, no somos el mejor ejemplo, es un buen momento de revertirlo.
Fuente: Sociedad Chilena de Pediatría (Sochipe)
Otras notas relacionadas: