La sexualidad es una dimensión central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual; se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, roles y relaciones interpersonales.

A partir del año 2006, la Organización Mundial de la Salud definió el concepto de «salud sexual» en términos de dos principales componentes: por un lado, como un nivel de bienestar general a nivel emocional, mental, físico y social respecto a la forma de vivir y experimentar la propia sexualidad. Por otro lado, en relación a mantener prácticas sexuales seguras, que permitan a los individuos vivir su sexualidad en ausencia de potenciales problemas físicos, enfermedades o disfunciones de índole sexual.

Pero más allá de la salud o enfermedad, cabe preguntarse: ¿cómo vivimos la sexualidad los chilenos?, ¿cambia la relación sexual con el paso de los años?, ¿existen reglas sobre cuántos encuentros sexuales debería tener una pareja?

Sobre este tema existen muchas dudas que, a veces, no encuentran las respuestas más apropiadas porque se consultan con “la almohada”, amigos, familiares o compañeros de trabajo. Sonríe Mamá conversó con la psicóloga especialista en terapia sexual, María Soledad Torres, quien tuvo una destacada participación en el pasado “Segundo Encuentro de Sexualidad”, a fin de aclarar aspectos importantes relacionados con la sexualidad y entender su evolución en el tiempo.

¿Cómo se desarrolla la sexualidad de una pareja en sus primeros años?

Primero es importante aclarar que no todas las parejas siguen la misma trayectoria en cuanto a su sexualidad en los primeros años de relación. Sin embargo, cuando no hay una dificultad sexual de base, ellas describen un primer período de conquista y enamoramiento, una sexualidad intensa y fluida, acompañada de sensación de espontaneidad y satisfacción, y en la que el deseo sexual aparece elevado y sintonizado entre ambos.

A partir de allí, un número importante de parejas logra un proceso de crecimiento y maduración, y un nivel de ajuste sexual que permite adaptarse a los cambios y condiciones propias de la convivencia, el nacimiento de los hijos, el asumir nuevos roles y el paso del tiempo. No obstante, para un buen número de personas, la actividad sexual se torna menos frecuente con el paso del tiempo, de menor intensidad, más rutinaria y con mayor discrepancia en el deseo, siendo mayormente uno de los miembros el que insiste en mantener la actividad sexual y el otro tiende a retirarse de ésta.

Cabe señalar también que existe un número no menor de parejas cuya vida sexual se inicia de manera más difícil y menos satisfactoria y que siente que nunca ha tenido esa fluidez y disfrute que se supone que todos tienen en el inicio de la relación, lo cual provoca mucha frustración, vergüenza y a menudo un cierto aislamiento.

¿Por qué la relación sexual cambia con el paso del tiempo?

La sexualidad inicial de una pareja suele estar basada en una fuerte carga fisiológica de neurotransmisores propios del enamoramiento como la dopamina y la feniletilamina, que activan de manera muy «natural» el deseo erótico. En este primer momento, la activación del deseo está principalmente sostenida sobre las fuentes externas de excitación, que se relacionan con la novedad y lo prohibido.

Sin embargo, en la sexualidad de largo plazo o en la sexualidad en relaciones estables, en que lo nuevo es reemplazado por lo conocido y lo prohibido por lo permitido, empiezan a primar las fuentes de excitación permanente, tales como el despertar que provocan la caricia y el ver el placer en el otro, que requieren exponerse voluntariamente a experiencias de contacto y conexión emocional y corporal, que permiten la aparición del deseo y la excitación, lo que a menudo se siente como menos espontáneo e intenso. Cuando la pareja es capaz de adaptarse a este cambio de condiciones, con una buena comunicación y con una conexión segura entre ellos y con la comprensión de que su vida sexual tendrá múltiples ajustes y variaciones a medida que el tiempo pase y las condiciones cambien, logra un ajuste sexual satisfactorio.

¿Existen tipos determinados de parejas?

En mi experiencia no existirían tipos de parejas según la sexología. Sin embargo, de acuerdo a los estudios multiculturales de la antropóloga Helen Fisher existen 3 tipos de amor, cada uno de los cuales tiene diferentes circuitos neurofisiológicos: uno es el amor romántico, otro es el amor erótico y el tercero es el amor de apego. Estos tres tipos de amor se observan priorizados de manera diversa en las distintas parejas. Algunas tienen un mayor equilibrio entre los tres aspectos y otras parecen enfatizar uno sobre otro. Algunas parejas aparecen como mucho más románticas, otras manifiestan un erotismo más exaltado y en otras aparece mucho más presente el cuidado y apoyo mutuo.

¿Cuáles son los problemas que se ven hoy en las parejas chilenas en cuanto a sexualidad?

Existe una creciente y más temprana consulta sobre diversos problemas sexuales. Es muy común la consulta sobre problemas relacionados con el orgasmo, como la eyaculación precoz en varones y la anorgasmia en mujeres; problemas relacionados con el dolor durante la actividad sexual, como el vaginismo en mujeres y la dispareunia en hombres o mujeres; y problemas relacionados con la excitación, como la disfunción eréctil. Sin embargo, estamos viendo de manera cada vez más frecuente temas relacionados con el deseo sexual inhibido tanto en hombres como en mujeres e, incluso, en ambos.

¿Puede una mala sexualidad influir negativamente en una pareja que se ama?

Por supuesto que una mala sexualidad tiene efecto sobre una pareja que se ama y puede ir deteriorando otros aspectos de la relación, en especial porque muy a menudo uno de los miembros es el que se encuentra más frustrado y tiene mayor necesidad de conexión con el otro a través de la sexualidad. Sin embargo, muchas parejas viven años con una dificultad sexual antes de consultar o buscar ayuda, y muchas veces la sensación referida es que todo ha estado bien en su vida de pareja a excepción de lo sexual.

¿Existen reglas en cuanto a cómo debe ser la relación sexual o depende de cada pareja?

Efectivamente cada pareja es la que define en conjunto qué frecuencia, tipo de prácticas o características de los encuentros les resultan satisfactorias. Sin embargo, es importante señalar que una buena sexualidad es aquella que es satisfactoria para ambos, que no representa dolor emocional para ninguno, que se da en una relación segura, que incluye la capacidad de sintonizarse con el otro y adaptarse a distintas condiciones, lo que resulta de un buen grado de ajuste sexual entre ambos.

A veces cuesta ir a un especialista para resolver conflictos sexuales. ¿Qué consejos darías para que puedan resolver sus conflictos como primer recurso o en una primera etapa?

Una primera recomendación sería intentar comprender más profundamente cuál es la dificultad que tienen y qué significa para cada uno de ellos. Para esto es muy importante el generar conversaciones seguras y honestas en situaciones no sexuales, pero en un tono cómplice y de validación en que cada uno pueda exponer los sentimientos profundos que a menudo se esconden detrás de las dificultades sexuales. Por otra parte, resulta muy importante rescatar algún espacio de disfrute que no se vea interferido por la dificultad sexual. Recuperar el placer, aunque sea en actividades sencillas como volver a besarse profundamente, a menudo permite recuperar la esperanza y una actitud de liviandad y exploración que contribuye mucho a un mejor enfrentamiento de la dificultad.

¿Qué cosas o rutinas diarias fomentan una buena sexualidad?

Asignar una gran prioridad a pasar tiempos juntos sin exigencia, estimular prácticas de seducción diversas y periódicas y no solo en el momento de iniciar la actividad sexual, fomentar experiencias sensuales donde se experimente placer a través del cuerpo y los sentidos, dejar espacios de disfrute compartido no solo sexuales, facilitar conversaciones sobre buenos recuerdos sexuales, hablar de lo que temen o les asusta en este plano y comprender con precisión qué es lo que cada uno de los dos necesita o espera, respetando y validando las diferencias. También ser capaces de darse espacios para mirarse con nuevos ojos, reparar problemas de conexión cuando los hay o buscar ayuda frente a dificultades sexuales.