A medida que los hijos crecen se va manifestando una serie de cambios relacionados no solo con su desarrollo físico, sino también con su desarrollo psicoemocional.
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Como una forma de guiar a los padres, a continuación se muestran algunos puntos de referencia que son flexibles y variables, pues el desarrollo de cada niño o niña es un proceso único y particular.
En este sentido, el cómo contener las necesidades que pueda manifestar cada uno debería responder a las formas singulares de ser y estar en el mundo de cada niño o niña, considerar cómo siente, piensa y se relaciona con el entorno y con otros.
0 a 2 años
- Madres, padres y cuidadores de niños y niñas de 0 a 2 años se enfrentan a diversos desafíos en este primer momento del desarrollo. Al principio, los adultos conocen y reconocen al bebé como parte de un proceso cúlmine del fin del embarazo, donde las expectativas, fantasías e ideas que se sostuvieron en dicho periodo hoy se ven materializadas frente a sí.
- Esta etapa conlleva una alta demanda, pues el bebé dependerá totalmente de los cuidados del adulto disponible.
- En un comienzo esta dependencia no tiene forma ni horarios, como sucede en la lactancia y el sueño. A medida que avanza el tiempo podrían ir adoptándose ciertas rutinas ligadas a las necesidades del bebé y a la relación que se genera con el adulto cuidador (madre, padre u otro).
- En este momento del desarrollo el bebé estará invadido por una serie de emociones indiferenciadas que su desarrollo neurológico no le permiten identificar, organizar ni expresar verbalmente. Por ello, tiene como recurso de expresión su cuerpo a través de movimientos, gestos y llanto.
- El adulto a cargo de su cuidado debe entregarle contención oportuna para acoger y ayudar a modular el sentir. Esto cimentará el cómo ese bebé va incorporando en el desarrollo su relación con el mundo, el entorno y los otros, configurándose como un lugar que cuida y contiene o como un lugar hostil.
- El adulto cuidador se verá desafiado a interpretar lo que ve en el niño o niña para tomar acciones que se orienten a satisfacer lo que origina ese sentir. Por ejemplo, podrá diferenciarse si el malestar se relaciona con hambre, sueño y/o incomodidad por un pañal sucio.
- Durante este periodo el desarrollo es veloz y sucede en muchas dimensiones al mismo tiempo: física, neurológica y psicológica. Asimismo, cada consecución de un hito proviene de una gran articulación y de procesos simultáneos.
- Para el final de este periodo podrán notarse diferencias importantes respecto del momento inicial. Por ejemplo, en el ámbito psicoemocional podría observarse el inicio de un proceso de autorregulación primario.
3 a 5 años
- Gracias a la adquisición paulatina y progresiva del lenguaje verbal, las emociones del bebé podrían comenzar a ser mediadas a través de las palabras, estableciéndose entonces una incipiente capacidad reflexiva que implicaría que ese niño o niña pueda pensar acerca de lo que siente y expresarlo: “Mamá, estoy enojado”, “Papá, tengo pena”.
- Para que lo anterior suceda y se instale como un “logro” del desarrollo, madres, padres y cuidadores se verán enfrentados a ejercer un rol fundamental y significativo para el desarrollo pleno del niño o niña: un rol mediador de su desarrollo y aprendizaje, pues ellos requieren de compañía y estimulación amorosa y cuidadosa para desarrollarse y crecer.
- Los adultos cuidadores están invitados a utilizar su propio lenguaje para interpretar, elaborar y entender la emoción de cada niño o niña y devolver esa interpretación de manera clara, amorosa y contenedora. Esto contribuirá a los procesos de regulación emocional de niños y niñas.
- Algunas frases que ejemplifican el ejercicio de este rol son: “Mira la carita que tienes, parece que estás muy enojado, ¿quieres que botemos esa rabia juntos?”, “Te veo triste y te entiendo, ¿quieres un abrazo para pasar la pena?”.
- Por otra parte, los momentos de dependencia podrían comenzar a diferenciarse, pues progresivamente el niño o niña alcanzaría cierta autonomía física marcada por algunos hitos en el desarrollo como, por ejemplo, el control de esfínter, caminar y comer solo.
- Estos logros implicarían para el niño o niña grandes cambios en cómo se concibe a sí mismo/a: aparece la sensación de que es posible tomar decisiones.
- El experimentar la vivencia de que hay adultos disponibles para cuando lo requiera posibilitaría que puede alejarse de estos adultos cuidadores para explorar la relación con pares, por ejemplo. No obstante, la dependencia afectiva aún permanece, pues los adultos funcionarán como un refugio para el sentir del niño o niña frente a las ansiedades propias que pueden darse en el proceso de socialización que se inicia.
- Los desafíos relativos a la autorregulación aún requerirán de la compañía de algún adulto, pues estos procesos son incipientes y los afectos podrían manifestarse con alta intensidad si no se contiene oportuna y amorosamente.
- Si bien es importante acompañar de manera oportuna las expresiones emocionales de niños y niñas, también es relevante considerar que esto no implica anular o silenciar sus emociones, pues detrás de estas existe un deseo profundo e importante para ellos/as.
- El no silenciar sus emociones les permitirá tener una plataforma segura para cuando sean grandes y quieran expresar lo que sienten, quieren y necesitan.
- En esta etapa de autonomía progresiva se requerirá, de igual forma, proveerles a niños y niñas un ambiente en donde se sientan seguros, escuchados y validados.
Vivencias propias
Es importante señalar que el estilo y la forma en que cada madre, padre o cuidador comprende y acompaña el desarrollo de cada niño y niña se relaciona con su propia vivencia de ser niño, los modelos de crianza presentes en su entorno y las presiones sociales de las que puede ser objeto. Sin embargo, estas experiencias no son determinantes y los adultos pueden incorporar nuevos saberes y desarrollar habilidades que les permitan hacer un ejercicio de crianza respetuoso y cuidadoso, orientado al bienestar integral de sus hijos.
Asimismo, es fundamental tener presente que cada niño y niña va a ir creciendo como un sujeto que siente, piensa y reconoce, según el momento del desarrollo en el que se encuentre y mediante lo que puede comunicar. A los adultos les corresponde entonces acompañar estos procesos y atender a las singularidades de cada bebé, niño, niña o adolescente.
Entonces, considerar los aspectos aquí expuestos es una invitación a comprender las etapas del desarrollo, los cambios que se suscitan principalmente a nivel emocional y la relevancia de disponer de respuestas sensibles, cuidadosas y amorosas para el ejercicio de una crianza respetuosa y positiva que favorezca el desarrollo pleno de todos los niños y niñas.
Por: Fonoinfancia. Si tienes dudas y necesitas compañía durante la crianza puedes llamar de lunes a viernes de 08:30 a 19:00 hrs al fono 800200818 o ingresar al chat desde www.fonoinfancia.cl
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